Un padre profesor de gimnasia que se apunta a bailar, una hija que susurra al oído de los caballos, otra que se convierte en reina del tango, un hijo que coreografía la vida y la reinventa...
Adéntrate en la historia de Adrien y su familia, contada a dos manos por Sézane y Octobre.

ADRIEN DANTOU, 33 AÑOS

VIVIR TODAS LAS VIDAS

"Me crié en Castillon-la-Bataille, en mitad de la nada. Comencé a bailar gracias a mi hermana mayor, Camille: hacía falta un chico y copié sus gestos durante una gala de fin de año. Tenía ocho años. Después vinieron años de ensayos, entrenamientos y clases. Luego conocí coreógrafos como Benjamin Millepied o Yves Noel Genod. La danza clásica me aportó rigurosidad. Sin embargo, para mí, lo más importante es ir más allá de la técnica. Y amar lo que estoy bailando. Ir hacia la abstracción, a lo que me lleva más allá, lo más cerca de lo que amo, aquello con lo que sueño: el cine. No dejarme clasificar. Ponerme en duda todo el tiempo. Decir que sí a lo que vaya surgiendo. Tomar riesgos, resurgir. No me gusta la estabilidad. Es emocionante y agotador al mismo tiempo, pero no podría hacerlo de otra forma. Seguir con vida el máximo posible. En estos momentos todo es tan grave que vivir es una forma de urgencia. Siempre tengo miedo de no tener tiempo".

FREDERIC DANTOU, EL PADRE

"Soy profesor de educación física y dentro de unas semanas me voy a jubilar. Tengo tres preciosos hijos de los que me siento orgulloso. Han conseguido hacer lo que querían hacer. Les hemos educado para que decidan lo que quieren hacer en la vida, pero siempre con pasión. No les hemos dejado hacer, les hemos animado. Me alegra haberme sacrificado por ellos. Nunca nos tomamos vacaciones. Pero no me arrepiento de nada. Estoy contentísimo de ver cómo progresan. Estamos muy unidos, sin estar encima. Es una especie de herencia. Vengo de una familia de personas muy concienzudas: mi madre era muy piadosa y cariñosa, mientras que mi padre era un gran trabajador. Tuve la suerte de vivir unos años de libertad increíble: charlábamos, debatíamos, discutíamos... Hoy en día es todo lo contrario. Vivimos unos tiempos de auténtica locura. Ya no se comparte. Los conocimientos llegan a una velocidad de vértigo. Ya no me identifico con este oficio. La escuela ya no me interesa. Me gusta la fotografía, el cine, la danza, el teatro... Pero mi única pasión verdadera son mis hijos".

CAMILLE, 35 AÑOS, PRIMOGÉNITA

"Comencé a bailar con siete años, me especialicé en danza contemporánea para distintas compañías de París. Descubrí el tango a los 21 años y para mí fue una revelación: el papel de la mujer se despliega en todo su esplendor. El tango me permitió sentirme realizada. Buscaba una correspondencia entre mi faceta de mujer y mi faceta de bailarina. Comencé con el tango gracias a Pina Bausch, que siempre se inspiró mucho de la atmósfera que desprende. Introducía en sus espectáculos situaciones teatrales y bailes en pareja. Incluso escribió un espectáculo: Bandoneon. Me sumergí en ello. Somos una pareja de bailarines profesionales y damos clase en París y en Pantin. Aunque nos encanta el estilo del tango tradicional, tratamos de transformarlo.

LOUISE DANTOU, 30 AÑOS, LA BENJAMINA

"Siempre tuve problemas con la autoridad. Solo me sentía bien en las clases en las que los profesores me infundían pasión, comenzando por el deporte. Comencé con la danza y, a los cinco años, ya montaba un poni de las Shetland y después practiqué judo y rugby, Mi pasión es la equitación. Aprobé el curso de monitora con 19 años. Ahora soy domadora de caballos. Los monto y les enseño los movimientos. O, más bien, bailo con ellos. Les hago entender lo que quiero con una mirada, un movimiento, un toquecito. Y ellos hacen lo mismo. Cuando no te conoce, el caballo se escapa y, si no puede escaparse, ataca. Cuando está a gusto, te lo da todo. Su cuerpo, su alma y su corazón".